viernes, 11 de noviembre de 2011

Argentina no se quiere

DDe amor propio solía entender bastante Argentina, aunque de un tiempo a esta parte parece no gustarle mirarse al espejo. No importa que peine al equipo Maradona, Batista o ahora Sabella. El reflejo muestra las mismas imperfecciones. Ayer, frente a Bolivia, en el Monumental del River Plate, en duelo clasificatorio para el Mundial de 2014, volvió a demostrar (1-1) su inoperancia para generar un juego colectivo acorde a sus individualidades.

      ARGENTINA, 1 - BOLIVIA, 1

      Argentina: Sergio Romero; Pablo Zabaleta, Martín Demichelis, Nicolás Burdisso, Clemente Rodríguez; Fernando Gago, Javier Mascherano (m.81, José Sosa), Ricardo Alvarez (m.58, Ezequiel Lavezzi); Lionel Messi,
      Gonzalo Higuaín y Javier Pastore.
      Bolivia: Carlos Arias; Cristian Vargas, Luis Méndez, Ronald Rivero, Luis Gutiérrez; Edivaldo Rojas (m.53, Ronald Segovia), Jaime Robles, Walter Flores, Rudy Cardozo, Pablo Escobar (m.85, José Chávez); y Marcelo Martins Moreno (m.76, Augusto Andaveris). Entrenador: Gustavo Quinteros.
      Goles: 0-1, m.55: Marcelo Martins Moreno. 1-1, m.59: Ezequiel Lavezzi.
      Árbitro: El ecuatoriano Carlos Vera amonestó a Martins Moreno, Robles y Rodríguez.
      Unos 35.000 espectadores en el estadio Monumental de Buenos Aires
      La incapacidad asociativa de Argentina no responde a un déficit de imaginación, sino a la dificultad de ponerla en práctica. La parsimonia de Gago no mezcla con la explosividad de Messi. La velocidad del barcelonista requiere un chispazo, algo que active una reacción en cadena. A pesar de que la selección albiceleste trata de reinventarse con un esquema parecido al de Del Bosque con España o Guardiola con el Barça, la fórmula requiere un aprendizaje posicional previo. Los movimientos en diagonal de Pastore chocaron con la estabilidad de González. El joven interior del Inter ocupó un espacio por el que se cruzaba demasiada gente. A pesar de la aglomeración de centrocampistas, era Messi quien debía dar inicio a cada jugada, lo que con tanta repetición perdió efectividad. Bolivia resistía agazapada, atenta a esa goma habitual de La Pulga en la que descarga para recibir subido ya en ese torbellino tan suyo. En uno de los pocos atrevimientos de la defensa boliviana encontró Messi la ansiada autopista y, aunque paró en el peaje tras el placaje de Méndez, el balón lo recogió Higuaín para cruzarlo a la red. El gol no subió al marcador porque el árbitro pitó falta.
      Con un planteamiento reservón, el seleccionador boliviano, Quinteros, aisló a Martins convirtiéndolo en un islote perdido en el mar. Aun así, el delantero del Shakhtar resultó más peligroso de lo que pensaron los defensas argentinos. En una maniobra callejera, de esas que duelen más que los equilibrismos, robó la pelota a Demichelis y fusiló con la pierna izquierda a Romero. Segundo remate del partido para el guardameta irigoyense, primera bofetada. Ante semejante despropósito, Sabella introdujo a Lavezzi en el campo para que este, en su primer golpeo, devolviera la tranquilidad. La electricidad del ariete del Nápoles rehidrató a Argentina, pero no consiguió rematar a una ordenada Bolivia.
      DDe amor propio solía entender bastante Argentina, aunque de un tiempo a esta parte parece no gustarle mirarse al espejo. No importa que peine al equipo Maradona, Batista o ahora Sabella. El reflejo muestra las mismas imperfecciones. Ayer, frente a Bolivia, en el Monumental del River Plate, en duelo clasificatorio para el Mundial de 2014, volvió a demostrar (1-1) su inoperancia para generar un juego colectivo acorde a sus individualidades.

          ARGENTINA, 1 - BOLIVIA, 1

          Argentina: Sergio Romero; Pablo Zabaleta, Martín Demichelis, Nicolás Burdisso, Clemente Rodríguez; Fernando Gago, Javier Mascherano (m.81, José Sosa), Ricardo Alvarez (m.58, Ezequiel Lavezzi); Lionel Messi,
          Gonzalo Higuaín y Javier Pastore.
          Bolivia: Carlos Arias; Cristian Vargas, Luis Méndez, Ronald Rivero, Luis Gutiérrez; Edivaldo Rojas (m.53, Ronald Segovia), Jaime Robles, Walter Flores, Rudy Cardozo, Pablo Escobar (m.85, José Chávez); y Marcelo Martins Moreno (m.76, Augusto Andaveris). Entrenador: Gustavo Quinteros.
          Goles: 0-1, m.55: Marcelo Martins Moreno. 1-1, m.59: Ezequiel Lavezzi.
          Árbitro: El ecuatoriano Carlos Vera amonestó a Martins Moreno, Robles y Rodríguez.
          Unos 35.000 espectadores en el estadio Monumental de Buenos Aires.

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          La incapacidad asociativa de Argentina no responde a un déficit de imaginación, sino a la dificultad de ponerla en práctica. La parsimonia de Gago no mezcla con la explosividad de Messi. La velocidad del barcelonista requiere un chispazo, algo que active una reacción en cadena. A pesar de que la selección albiceleste trata de reinventarse con un esquema parecido al de Del Bosque con España o Guardiola con el Barça, la fórmula requiere un aprendizaje posicional previo. Los movimientos en diagonal de Pastore chocaron con la estabilidad de González. El joven interior del Inter ocupó un espacio por el que se cruzaba demasiada gente. A pesar de la aglomeración de centrocampistas, era Messi quien debía dar inicio a cada jugada, lo que con tanta repetición perdió efectividad. Bolivia resistía agazapada, atenta a esa goma habitual de La Pulga en la que descarga para recibir subido ya en ese torbellino tan suyo. En uno de los pocos atrevimientos de la defensa boliviana encontró Messi la ansiada autopista y, aunque paró en el peaje tras el placaje de Méndez, el balón lo recogió Higuaín para cruzarlo a la red. El gol no subió al marcador porque el árbitro pitó falta.
          Messi se desesperaCon un planteamiento reservón, el seleccionador boliviano, Quinteros, aisló a Martins convirtiéndolo en un islote perdido en el mar. Aun así, el delantero del Shakhtar resultó más peligroso de lo que pensaron los defensas argentinos. En una maniobra callejera, de esas que duelen más que los equilibrismos, robó la pelota a Demichelis y fusiló con la pierna izquierda a Romero. Segundo remate del partido para el guardameta irigoyense, primera bofetada. Ante semejante despropósito, Sabella introdujo a Lavezzi en el campo para que este, en su primer golpeo, devolviera la tranquilidad. La electricidad del ariete del Nápoles rehidrató a Argentina, pero no consiguió rematar a una ordenada Bolivia.

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